
La
conquista se efectuó desde el sur hasta el norte de la península, por lo que
las taifas principales se situaban en el sur, mejor conocido como Al-Ándalus, lo
que dio lugar a una gran cantidad de topónimos que han llegado hasta nuestros
días. En dichos topónimos se encuentran una serie de rasgos, características y
variaciones que evidencian tanto la procedencia como la perduración de los
topónimos. García Sánchez (2017) explica el cambio del sufijo –anus/ -ana que
etimológicamente algunos topónimos llevaban, por el modificado –ena o por
apócope –en que ha dado como resultado al transcurrió de una lengua a otra, un
ejemplo de este caso sería: Jaén. Sin embargo, Toro (2006) indica la formación
de topónimos mediante a recursos descriptivos, en otras palabras, son lugares
que han sido nombrados según su situación o características notorias como
sucede con: Mancha, procedente de mandza y
cuyo significado es ‘antiplanicie’; Alcalá o Alcolea, esto es, alqualat,
lo que en castellano significa‘el castillo’…Aunque Rafael Lapesa (1965: 19) va
más allá y afirma que el apócope árabe afectó a los topónimos, lo que produjo
que posteriormente se tomara una vocal final o se modificara la consonante.
No
sería arriesgado afirmar el hecho de que los sustantivos conforman la mayor
herencia en cuanto al lenguaje que se ha transmitido del árabe. Cabe destacar
que no todos los préstamos entre la lengua árabe y las peninsulares ocurrieron
en la edad media, pero sí la mayoría según afirma Viguera Molins (2002:50).Las
palabras arábicas extraídas son aquellas que hacen referencia a nuevos
elementos o conocimientos proporcionados; estos se encuentran en particular, en
ámbitos como el de la medicina, la agricultura… y se encuentran hoy en día, al
igual que los topónimos anteriormente tratados, al ser insertados al castellano han sido
pasados por variaciones como las que Rafael Lapesa (1965: 14 - 18) nos explica:
el primer lugar, la caída de ciertas vocales en posición final, entre ellas
la /–o / final en posición
enclítica o proclítica; en segundo
lugar, el apócope extremo, lo que provocó la caída de vocales intertónicas, por
lo que las consonantes podían dar fin a la sílaba, como se puede apreciar en
sustantivos como: sangne o setmana;
finalmente, el ensordecimiento de la consonante tras el apócope que supone una
particularidad en el castellano, pues mientras que el número restante de
romances mantenían sonidos consonánticos como lo son la /-p/, el
castellano optó por el sonido /-b/ o el
sonido /-k/ ante el sonido /-g/ por el
que se inclinaron los hablantes del español, este fenómeno sucede con la
palabras como amica y amiga. Con todo, el autor nos aclara que el
final etimológico de los sustantivos ha sido alterado por adición de una vocal
paragógica o por sustitución de la consonante dura en el caso del castellano.
Çabach ‘azabache’ o xac ‘jaque’.
En
relación con cada uno de los puntos anteriormente tratados, los calcos
fraseológicos y lingüísticos también forman parte del leguaje actual, pese a
que, como sostiene Cano (apud Toro 2006) en cuanto a la fonología «Todos los
estudios realizados sobre correspondencia de fonemas de una lengua a la otra
han resultado negativos: los respectivos sistemas fonológicos fueron siempre
impermeables el uno del otro». Por otro lado, la morfología tampoco se
encuentra demasiado influenciada, aunque se podrían destacar rasgos como: la
anteposición del artículo al-, la cual nos ha proporcionado palabras como
almohada o albarán; el sufijo –í, con el que se forman gentilicios u otros
sustantivos o adjetivos como lo son jabalí o muladí… (Toro 2006)
A
la vista queda que la influencia que el idioma árabe causó sobre las lenguas
romances y entre ellas el castellano es inmenso, tal y como refuerza Cano (apud
Toro 2006) «Todos los estudios realizados sobre correspondencia de fonemas de una
lengua a la otra han resultado negativos: los respectivos sistemas fonológicos
fueron siempre impermeables el uno al otro» por ello, cabría la
posibilidad de un segundo análisis sobre el tema en el que se indague en más
rasgos con los que se puede identificar dicha influencia en nuestra lengua.
Bibliografía
GARCÍA
SANCHEZ, J. (11/4 /2007): «Andalucía y sus topónimos (IV)» Biblioteca Miguel de Cervantes
<https://cvc.cervantes.es/el_rinconete/anteriores/abril_07/11042007_01.htm
> [revisado 03/04/2018] Sin paginar
LAPESA,
R. (1965): «De nuevo sobre la apócope vocálica en el castellano Medieval»
Crestomatía del español medieval, 1, 259-262, Madrid.
<http://www.aleph.org.mx/jspui/bitstream/56789/28263/1/24-001-1975-0013.pdf > [Revisión: 14/3/2018]
TORO
LILLO, E. (2006): «La invasión árabe. Los árabes y el elemento árabe español»,
Biblioteca virtual Miguel de Cervantes, <
http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/la-invasin-rabe-los-rabes-y-el-elemento-rabe-en-espaol-0/html/00b64db8-82b2-11df-acc7-002185ce6064_2.html#I_0_>
[Revisión: 03/04/2018] Sin paginar
VIGUERA
MOLINS, M.J. (2002): «La lengua árabe y las lenguas románicas», Revista de
Filología Románica, 19, 45-54. < file:///C:/Users/LEIRE/Downloads/11592-11673-1-PB%20(1).PDF>
[Revisado 14/03/2018]